Hinchas del Tri viven montaña rusa de emociones

Aunque el resultado contra Suecia no fue el deseado, la celebración no se hizo esperar.

Bailaron y cantaron como nunca para que los nervios y el temor fueran reemplazados por la alegría.

Durante dos horas, el corazón de los mexicanos, se detuvo. De forma inédita el Zócalo permaneció en silencio, la gente no se movía, con la vista fija, se aferraban a la bandera y en su mente, sin perder la fe, rogaban porque el más fuerte de sus deseos se cumpliera.

"Ahí vamos vamos a todo, tenemos que ser campeones", dice Manuel, uno de los aficionados.

Pero los minutos pasaban y el gol no llegaba; las caras se descomponían y todos guiaban inútilmente a los jugadores.

En esta oficina, trataron de calmar la ansiedad con tamales y atole pero el calor de la comida no era suficiente ante las anotaciones del equipo contrario.

"Ya el partido más difícil era este y se está viviendo como tal", consideraba Francisco, otro aficionado.

Y cuando todo parecía perdido, volvió a encenderse la luz de esperanza. Con un ojo en la pantalla y el otro a la Guadalupana, estos hombres gritaban el nombre del equipo que les haría el milagro: ¡Corea, Corea!

El júbilo recorrió las calles de la capital mexicana. Pasó por la embajada de Corea y se fue hasta el Ángel de la Independencia, donde la aficción agradeció el favor pero también reconoció el esfuerzo que hizo la selección mexicana.

"Orgulloso de mi país y es la prueba de que sí se puede", afirmó Juan Carlos, un aficionado.

Los mexicanos esperan que este partido les sirva a los jugadores como experiencia para que el lunes salgan a la cancha a entregar el corazón y el alma y dar un paso más hacia el prestigiado trofeo.

Porque en esta ocasión, México no ganó pero tampoco perdió nada. De hecho, de aquí en adelante dicen los amantes del futbol, tendrán que esmerarse para llevar el nombre de esta nación mucho más alto.

Contáctanos