Una de las mejores del año: “Dunkirk” merece el Óscar

Narra el rescate de 400,000 soldados atrapados en una playa ante el acecho nazi.

En tres espacios y en tres dimensiones del tiempo, Christopher Nolan plasmó en la pantalla grande una de las mejores películas del año, una obra maestra que, sin vueltas, sacude por su cruda belleza y perfora los sentidos del espectador con el horror de la guerra.

''Dunkirk'' narra la historia del rescate de los 400,000 soldados que quedaron atrapados en la playa de un pequeño pueblo francés en 1940, durante la Segunda Guerra Mundial, a la merced de los implacables aviones y artilleros nazis.

Decenas de miles de jovencitos aterrados, provenientes de Inglaterra, Canadá, Francia y Bélgica, aguardan la salida del mismísimo infierno, al descubierto y sin defensas, mientras son el blanco fácil de los cazas de Hitler.

Christopher Nolan, un maestro de la innovación narrativa visual, que ya sorprendió con ''Inception'' y ''Memento'', nos envuelve otra vez en su sorprendente mundo pero, esta vez, con un hecho histórico.

Y lo hace a lo grande, como debe ser en el cine, narrado desde tres ángulos distintos, tanto en el espacio como en el tiempo.

En una hora, un día y una semana, vemos el mismo hecho desde la perspectiva de un grupo de pilotos aliados que sobrevuela el Canal Inglés; tres soldados que quieren escapar a la muerte en la playa y un padre de familia que timonea una de las embarcaciones civiles que desde la costa inglesa, salieron al rescate y cruzaron las 25 millas de agua infestadas de torpedos nazis, hasta llegar a Dunkirk.

Resalta Fionn Whitehead, como Tommy, el joven soldado que de algún modo representa a cada uno de los reclutas atrapados en la playa. Se le unen dos más, Alex (Harry Styles) y Gibson (Aneurin Barnard). En el muelle, está el comandante Bolton, interpretado por el magistral Kenneth Branagh, quien ordena la salida de las embarcaciones y espera, como el resto.

La narración se mezcla con lo que ocurre en el aire, donde Nolan se centra en un piloto inglés, Farrier, protagonizado por Tom Hardy, quien se entrevera en feroces batallas aéreas con los bombarderos de la Luftwaffe. Nunca se le ve el rostro al enemigo; solo la cara cubierta con la máscara de oxígeno del leal piloto aliado.

A esto se agrega lo que ocurre en la embarcación civil, que partió bajo el timón de Dawson, interpretado por el ganador del Oscar Mark Rylance, un padre de familia que siente el llamado de solidaridad y lleva consigo a un hijo y un muchacho del pueblo.

Con una cinematografía monumental que atrapa, ''Dunkirk'' muestra el horror de la guerra desde la primera fila, tanto con impresionantes tomas abiertas como con primeros planos con los rostros de los protagonistas, que anclan al espectador en el sentimiento universal del miedo y la vulnerabilidad que provoca la inminencia de la muerte en el escenario del conflicto armado.

Las tomas de las batallas aéreas merecen un párrafo aparte. Jamás en la historia del cine se ha logrado un realismo tan cercano. Sin el uso de efectos especiales, Christopher Nolan y su director cinematográfico, Hoytr van Hoytema, van por lo que impacta y resalta la narrativa. Y lo logran con creces.

Los zumbidos aéreos y los balazos perforan el alma y ponen al espectador en el lugar indicado, el del protagonista.

''Dunkirk'' es quizás la obra cumbre del cine actual, una película que no baja un solo decibel en sus dos horas de duración. En ella se conjugan a la perfección la banda de sonido -desde el incesante tick tock de un reloj hasta la música que taladra in-crescendo las escenas-, la espectacular cinematografía y una edición impecable, sumado al excelente trabajo de sus actores y un guión donde predominan los silencios.

Considerada una de las más serias contendientes al Oscar de la Academia, ''Dunkirk'' merece el premio y mucho más. Imponente, magistral y desgarradora, es la obra maestra de un verdadero orfebre del cine.

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