Algunos sobrevivientes del terremoto dicen sentirse “abandonados”

Personas que lo perdieron todo durante el sismo acusan al gobierno de no hacer lo suficiente.

Jaime Pérez se siente abandonado. Sus ojos llenos de lágrimas delatan frustración y enojo.

La casa antigua de una planta en la que pasaba todo el día investigando la historia de San Gregorio Atlapulco se desmoronó por completo en el sismo del 19 de septiembre. Tras gritar durante 20 minutos pidiendo auxilio algunos vecinos lograron rescatarlo con vida a él y a su esposa, pero han pasado ya tres días y Pérez asegura que ninguna autoridad se ha acercado a ofrecerle ayuda.

No tienen agua ni luz y el trabajo de toda su vida recogiendo documentos y objetos que muestran la tradición de su pueblo ha quedado sepultado bajo los escombros.

“Me hace falta dónde vivir. Esto se vino abajo y la casa de mi hija está inhabitable”, dijo Pérez el jueves a la AP. Parte de la estructura se le cayó encima, aunque ahora sólo una venda cubre una herida del brazo derecho.

“La ayuda ofrecida fue de todos los vecinos... la delegación (autoridades locales) nulo”, dijo el anciano de 72 años, que lucía una camisa y pantalón ensangrentados.

Sus quejas no son las únicas.

En las agrietadas calles de este pequeño pueblo de unos 29,000 habitantes del sur de la Ciudad de México, decenas de enardecidos vecinos se quejan en voz alta de la falta de asistencia que han recibido de las autoridades y aseguran que la ayuda ha llegado de civiles que se acercaron a ofrecerles comida, agua, cobijas y medicinas. Alegan que los funcionarios locales han subestimado los efectos del sismo de 7,1 grados en la población ubicada a unos 30 kilómetros del centro de la capital del país y donde las autoridades dicen que murieron seis personas.

El miércoles una decena de personas echaron a gritos a la máxima autoridad de Xochimilco, donde se localiza San Gregorio Atlapulco, después que las autoridades locales dijeron que 121 viviendas estaban en riesgo de caer, cuando horas atrás les habían asegurado que no había mayores daños.

“Lo echaron porque dijo que en San Gregorio había daños mínimos y no se da el trabajo de venir a ver”, dijo a la AP Irma Serralde Arellano, una ama de casa de 40 años que se encargaba de entregar planillas a los vecinos para que detallaran los daños que habían tenido sus viviendas y casas. “La delegación no ha ayudado en nada”, expresó la mujer mientras entregaba agua a vecinos del área.

Pero las autoridades alegan que las quejas son infundadas.

Gustavo Cabrera, director general de jurídico y gobierno de Xochimilco, dijo a la AP que históricamente el pueblo de San Gregorio ha sido “reaccionario y beligerante ante todo tipo de autoridad”. Aseguró que las autoridades llegaron poco después del sismo para ofrecer su ayuda y evaluar los inmuebles.

Numerosas calles asfaltadas del pueblo lucen agrietadas y levantadas, cubiertas por el polvo de los escombros. En algunas partes hay grandes charcos de agua por la rotura de caños y numerosas viviendas tienen fisuras, varias sin techo o con sus paredes inclinadas hacia adelante. El campanario de la iglesia se derrumbó y sus paredes amarillas tenían grietas.

Aquí, sin embargo, no hay decenas de autoridades y rescatistas laborando entre los escombros, como se ha visto en otras zonas de la capital, incluida la zona central.

En un estrecho pasaje donde gran parte de las casas lucían dañadas, Juana de los Santos se quejaba.

“Nos hacen falta muchas cosas, principalmente agua, pero todo se queda en la orilla y nadie lo trae”, dijo la mujer de 52 años mientras señalaba con su mano el piso levantado de su casa, cuya pared y puerta del frente se desmoronaron, al igual que partes del techo.

Nieto, que tampoco puede trabajar vendiendo mazorcas de maíz cocidas en la calle porque no tiene agua ni electricidad, asegura que le gustaría que las autoridades le ofrecieran ayuda para reconstruir su casa, que será derribada porque corre riesgo de caerse.

“Nada nos han dicho. ¿Qué vamos a hacer? ¿Dónde vamos a quedarnos?”, se preguntó la mujer, que sólo pudo rescatar de su vivienda dos camas, dos roperos y un televisor, que permanecían junto a un cúmulo de escombros.

Para Pérez, el anciano del museo, las autoridades se han concentrado en otras zonas más acomodadas del Distrito Federal y se han olvidado de su pueblo, más pobre.

“Es lamentable que la colonia Condesa y todas esas colonias de gente muy rica y turistas tengan apoyo. Este es su pueblo, necesitamos mucha ayuda”, reclamó a las autoridades.

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