Velan en Guatemala a niño que murió bajo custodia de la Patrulla Fronteriza

El cuerpo del menor fue repatriado a su país natal un mes después de su fallecimiento.

Ha pasado más de un mes desde el fallecimiento de Felipe, pero en la pequeña y remota aldea de Yalambojoch siguen consternados. Ahora, los vecinos y la familia de este pequeño migrante que murió en Nochebuena en Estados Unidos, pueden poner punto y seguido a la crónica de un largo adiós.

En medio del desconsuelo de la familia, principalmente el de su madre, Catarina Alonzo Pérez, los restos del pequeño migrante son velados en su humilde vivienda, una casa de madera con el suelo de tierra y el techo de teja que no cuenta ni con los servicios básicos.

El cuerpo del menor fue repatriado el viernes en un vuelo comercial que llegó al Aeropuerto Internacional La Aurora, en la capital. Desde ahí, el féretro fue trasladado a la comunidad ubicada en el municipio de Nentón, del departamento noroccidental de Huehuetenango, fronterizo con México.

La funeraria con el ataúd llegó a eso de las 7.00 hora local (13:00 GMT) de este sábado, después de recorrer toda la noche más de 400 kilómetros de distancia, el último trayecto de esta caravana.

La familia y la comunidad de Yalombojoch, en donde viven unas 1,000 personas, recibieron con tristeza los restos, que luego llevaron a la iglesia para una pequeña y emotiva oración.

Enseguida, el ataúd fue llevado a hombros a la casa de la familia Gómez-Alonzo, situada a unos 200 metros de la iglesia, donde la comunidad había preparado tortillas, fríjoles y fideos para darle de comer a quienes acompañarán a los suyos en este velatorio, después de más de un mes de dolor, desasosiego e incertidumbre.

Yalambojoch es una de las aldeas más lejanas del municipio de Nentón. Allí, el padre de Felipe se dedicaba a los trabajos agrícolas pero lo poco que ganaba no le alcanzaba ni siquiera para la alimentación de su familia.

La pobreza y el abandono de la comunidad, que también sufrió los embates del conflicto armado entre 1960-1996, obligaron a Agustín Gómez, de 47 años, a migrar junto con su hijo Felipe, de 8 años, hacia Estados Unidos, donde fueron detenidos el pasado 18 de diciembre al cruzar la frontera por El Paso, en Texas.

El 23 de diciembre pasado ambos fueron trasladados a la estación de la Patrulla Fronteriza en Alamogordo, pero el día de Nochebuena el niño, según las autoridades estadounidenses, sufrió una fiebre y un resfriado común que los obligó a internarlo en un hospital.

Apenas una hora y media después recibió el alta médica, pero tuvo que ser internado de nuevo en el hospital en el que murió.

Los restos volvieron a la empobrecida aldea que le vio nacer y la que había dejado junto a su padre en busca de mejores condiciones de vida. Felipe era el segundo de cuatro hermanos de una familia de la etnia maya Chuj.

Hasta ahora, la Cancillería guatemalteca no ha recibido los resultados de los exámenes realizado al cuerpo del menor, que será enterrado este domingo, para determinar la causa de su fallecimiento.

El caso de Felipe se suma al de Jakelin Caal, de 8 años, que también murió el pasado 8 de diciembre cuando se encontraba en poder de la Patrulla Fronteriza.

Sus restos fueron inhumados en la remota comunidad indígena de San Antonio Secortéz, en el departamento norteño de Alta Verapaz, pocas horas después de que se conociera en Guatemala la muerte de Felipe. Dos casos que han conmocionado al país.

La cara negra de las caravanas de los sueños que buscan fuera de Centroamérica una mejor vida.

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