La violencia fuerza desplazamientos en Guerrero

Sin embargo, la pobreza obliga a que habitantes regresen a sus comunidades.

Los pueblos que durante meses parecían fantasmas recibieron a sus habitantes con más malas noticias: las casas están saquedas, los animales murieron o fueron robados durante el tiempo en que sus dueños se exiliaron movidos por el miedo.

"La gente se estaba yendo y le digo –¿nos vamos a quedar solitos?... Que tal si vienen o alguna cosa puede pasar", dice Margarita López al regresar a su casa.

Al borde de las lágrimas Margarita recorrió su propiedad. Ella y su familia se marcharon con rumbo deconocido, al igual que más de 500 familias de tres comunidades de Chilapa que huyeron cuando los grupos de narcotraficantes se apoderaron de sus pueblos.

"Aparecieron hojas con la amenaza de que la gente tenía que abandonar sus propiedades", explica el activista Manuel Olivares.

Meses después la realidad superó al miedo y quienes se fueron tuvieron que volver a la zona de riesgo.

"Andar en otras tierras es difícil porque mi esposo gana poco", explica Gabriela, quien recién se está incorporando a la comunidad.

Ella se armó de valor y se marchó luego de que desparecieron su hermano, su sobrino y su tío. Pero la necesidad, al igual que a otros, la obligó a exponer de nuevo a los suyos.

Desde hace 3 años, Chilapa se ha convertido en el escenario de las disputas entre los grupos criminales "Los Ardillos" y "Los Rojos", que pelean por el dominio de la producción y el trasiego de la amapola.

Según cifras de diversas organizaciones civiles, la guerra entre los narcotraficantes aquí ha provocado la muerte de por lo menos medio millar de personas, pero aun así es su hogar, dicen quienes poco a poco regresan a sus viviendas.

"Las familias que están regresando no lo están haciendo en condiciones de dignidad, porque no hay salud, servicios", advierte Olivares.

Ante lo inevitable, el ejército patrulla la zona, convirtiéndose en la única arma y esperanza para ahuyentar a la violencia.

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