Braceros en EEUU, una historia de penalidades

Más de 80,000 mexicanos fueron contratados cada año, tras la Segunda Guerra Mundial.

SOCORRO- Francisco Uviña fue uno de los primeros braceros mexicanos alojados en la Granja Río Vista durante la escasez de campesinos en EEUU tras la Segunda Guerra Mundial, donde los trabajadores sufrían humillaciones como ser fumigados.

En 1951, cuando este lugar situado en la localidad texana de Socorro comenzó a ser usado como centro de recepción y procesamiento de trabajadores para el Programa Bracero, Uviña, natural de San Luis de Cordero, Durango, tenía 18 años.

Y desde esa edad formó parte del grupo de agricultores que eran concentrados para trabajar por temporadas en los ranchos de Texas y los campos de California.

"Aquí era donde comíamos y allá era donde le decíamos Corralón", dice a Efe el exbracero, de 83 años, mientras gira su cabeza hacia una de las desportilladas ventanas de la finca.

"Eran miles de gentes aquí", rememora.

En septiembre, la Granja Río Vista, edificada en 1915 y ubicada dentro del condado de El Paso, fue designada tesoro nacional por la Fundación Nacional para la Preservación Histórica, con motivo de la celebración del Mes de la Herencia Hispana.

Para la Fundación, desde sus inicios como una granja pobre que amparó niños durante la Gran Depresión y su función como punto de entrada para el Programa Bracero, la Granja Río Vista sigue siendo testigo de relatos y contribuciones de muchos braceros mexicanos traídos a Estados Unidos para paliar la falta de mano de obra agrícola durante y después de la Segunda Guerra Mundial.

La Fundación ha reconocido que aquellos trabajadores mexicanos que pasaron por Río Vista (más de 80,000 al año) se encontraron con comida desagradable, exámenes médicos y psicológicos humillantes y eran sometidos a fumigación.

Los braceros eran despojados de su ropa, organizados en líneas y fumigados con DDT antes de poder ser considerados por los contratistas agrícolas.

Mientras Uviña recorre la granja, apoyado en un bastón, deshilvana sus memorias de aquellos años, que marcaron su vida.

"Aquí era donde nos fumigaban", narra dentro de una estructura de adobe. "Los que nos fumigaban traían sus máscaras y nomás decían: 'Agáchate, levanta los brazos', dejaban que uno se agachara y le echaban en las asentaderas. Y en los sobacos y en la cabeza. Era como si fuera una máquina, una sopladora que aventaba un humo".

Se formaban filas de entre 25 y 30 braceros desnudos, de entre 18 y 60 años, para ser fumigados uno por uno antes de cada salida a las plantaciones, recuerda.

"En aquel tiempo, como uno tenía la necesidad de venir, pues tenía que soportar todo eso. Muchos decían que porque creían que uno podía traer piojos, o que traía otra cosa en la cabeza y en las partes de atrás y de enfrente".

El exbracero, quien convivió con trabajadores de diversas partes de México, en su mayoría del estado de Chihuahua, dice que antes de cada contrato laboral, además de ser fumigados, a los trabajadores les examinaban los pulmones.

"Recuerdo que una vez, un paisano mío, de allá de San Luis, él decía que estaba infectado del pulmón, y dijo: 'Si me pasan la radiografía no voy a hacerla'. Entonces un compañero mío le dijo: 'Sabes qué, ve allá al comedor y te tomas un vaso de leche, y con eso la vas a hacer'. Me acuerdo que fue y agarró línea y sí salió bien, y pasó", menciona. "La necesidad de trabajar, ¿me entiende?".

Cuenta que en aquellos años, en Pecos (Texas), en el condado de Reeves, era muy complicada la recogida de algodón por las condiciones del proceso, pero que los trabajadores tenían que tomar los empleos si querían continuar en el programa bracero.

El exbracero menciona que en Río Vista permanecían unos cuántos días hasta que un ranchero estadounidense necesitaba de sus servicios y los contrataba por tres meses. Entonces eran trasladados a las plantaciones en camiones, sentado en bancas de madera.

Su principal trabajo fue en el algodón en los ranchos de Texas, donde "en ese entonces pagaban 60 centavos la hora" en las tareas de riego y "en el azadón, 50 centavos la hora".

A Uviña, que reside en la ciudad texana de El Paso, tiene cuatro hijos (tres nacidos en México y uno en EEUU) y siete nietos, le gustaría que la Granja Río Vista fuera acondicionada para que los visitantes puedan conocer la historia de este lugar.

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