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La historia de Bastián “me pusieron un corazón nuevo”

Hoy puede correr, saltar y jugar como cualquiera de su edad, su infancia ha estado marcada por una constante presencia médica, ingresos hospitalarios y una espera que parecía interminable: la de un corazón nuevo

Telemundo

En un rincón del sur de Florida, la historia de un niño de diez años resuena con fuerza en los corazones de quienes creen en los milagros. Su nombre es Bastian Barthelemy, y su testimonio se ha convertido en una poderosa expresión de esperanza durante el Mes Nacional de Concientización sobre la Donación de Órganos, que se conmemora cada abril en Estados Unidos.

Bastian no es un niño común. Aunque hoy puede correr, saltar y jugar como cualquiera de su edad, su infancia ha estado marcada por una constante presencia médica, ingresos hospitalarios y una espera que parecía interminable: la de un corazón nuevo. Nació con una condición conocida como miocardiopatía hipertrófica, una enfermedad que engrosa el músculo cardíaco y puede provocar arritmias graves, e incluso la muerte súbita.

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“Cuando estaba durmiendo en el hospital me pusieron uno nuevo”, cuenta Bastian con una inocencia que desarma, sin perder la sonrisa mientras se refiere a su trasplante. Su madre, Jessica González, recuerda con emoción el primer día en que su hijo volvió a caminar: “Me decía ‘mamá, ahora con este nuevo corazón no me canso’”.

Durante seis largos meses, la familia vivió pendiente de una llamada telefónica que podía llegar en cualquier momento. Esa llamada finalmente llegó una noche a las 11:43 p.m. La doctora al otro lado de la línea tenía la noticia que cambiaría sus vidas: “Tenemos un corazón para tu hijo”.

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Para los padres, Antonio y Jessica, fue un torbellino de emociones. La angustia, el miedo, la esperanza y la gratitud se mezclaron en cuestión de segundos. La operación fue un éxito. El corazón donado, un órgano silencioso y detenido fuera del cuerpo, comenzó a latir con vida propia en el pecho de Bastian. Un verdadero milagro, como ellos mismos lo describen.

La doctora Laura D’Addese, cardióloga del Hospital Infantil Joe DiMaggio, fue testigo de la evolución de Bastian desde sus primeros años. “Es un paciente que conocemos desde hace mucho. Verlo hoy activo, feliz, lleno de energía, es gratificante para todo el equipo”, explica.

Bastian, que en algún momento no podía caminar sin fatigarse, ahora estudia, juega fútbol y ha celebrado su primera Navidad con su nuevo corazón. Para su familia, cada día con él es una bendición y una segunda oportunidad. Saben, sin embargo, que esa alegría nace de una pérdida irreparable para otra familia: la de aquel niño o niña cuyo corazón ahora late en el pecho de su hijo. "Es un milagro que ahora el corazón de otro niño está latiendo en el cuerpo de mi hijo, es increíble", aseguran.

“Celebramos con gratitud, pero también con respeto”, dice Jessica. “Sabemos que esa familia pasó la Navidad sin su hijo, mientras nosotros pudimos abrazar al nuestro. Ellos nos dieron el mayor regalo posible en medio de su dolor”.

La familia Barthelemy desea algún día conocer a los padres del donante. Quieren agradecerles personalmente, mirarles a los ojos y decirles que el corazón de su ser querido no solo sigue latiendo, sino que lo hace con fuerza, con alegría, con futuro.

“Mi corazón se siente re bien”, dice Bastian. “Jesús me eligió este corazón”.

Durante este mes de abril, la historia de Bastian nos recuerda que la donación de órganos no es solo un acto médico. Es un acto de amor, de humanidad profunda. Cada persona que dice “sí” a la donación puede cambiar el destino de hasta diez personas. Y entre ellas, quizá haya un niño esperando su oportunidad para volver a correr, como Bastian.

¿Estás registrado como donante? Porque, a veces, un solo “sí” basta para que el corazón de otra persona vuelva a latir.

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