Hackers: ¿buenos o malos?

Hackers éticos ayudan a las empresas a resguardar su información y protegerse de ataques cibernéticos.

La guerra cibernética se intensifica. Los escuadrones de hackers amenazan la seguridad y afectan la economía, sin embargo, no todos son enemigos públicos.

Códigos, programación, información: el oro con el que trafican los hackers. Tropas de soldados que batallan entre circuitos. Basta una fórmula para detonar un átomo, fundir una planta eléctrica o robar datos.

A los 15 años, David Probinsky descubrió su talento. Hoy las empresas lo contratan para que ataque sus propios sistemas, descubra vulnerabilidades y brinde soluciones. Son hackers apegados a la ley que compiten, aprenden y combaten ciberdelitos.

Existen dos clases de hackers, los llamados “sombrero blanco”, que actúan lícitamente, y los “sombrero negro”.

En Hack Miami, los escenarios son simulados. Ingresan a los servidores del contrario, penetran redes, descifran contraseñas, pero la tecnología que utilizan es la que se podría implementar para destruir y robar.

La seguridad es la industria en la que los hackers sobresalen y es que basta oprimir una tecla para que tu vida completa sea parte de un archivo adjunto.

“Las personas vienen a estudiar ciberseguridad, a aprender cosas sumamente técnicas, que no puedes aprender en la universidad”, explica Rod Soto, investigador de ciberseguridad.

Soto fundó Hack Miami, un grupo en el cual, sin costo alguno, los participantes pulen su talento en una industria mutante en donde no solo preocupa el robo sino también el secuestro de información.

La contraofensiva de los hackers éticos remedia los fallos y resguarda el poder del terabyte evitando desde el robo de números de seguro social hasta la influencia en procesos electorales.

La oferta laboral se incrementa a paso vertiginoso pero, el desconocimiento de vías legales para implementar sus habilidades en ocasiones hace que los hackers sobrevivan en la clandestinidad.

“Aquí hemos ayudado a corregir a muchas personas que empezaron así y se dieron cuenta que había un camino de entrar a la sociedad de ganar un buen salario sin romper la ley”, indica Soto.

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