Un aroma de violeta se mezcla con el sonido de maquinarias en movimiento y el meticuloso trabajo de los empleados que, botella tras botella, continúan una tradición centenaria. Es la fábrica de Royal Violets, un perfume que no solo ha marcado la infancia de generaciones, sino que ha resistido el paso del tiempo con la misma esencia con la que nació en La Habana hace más de un siglo.
Un perfume que evoca recuerdos
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Para muchos, Royal Violets es más que una fragancia; es un pasaporte a la nostalgia. Desde los primeros días de vida, madres y abuelas han rociado este perfume en la piel de sus hijos, convirtiéndolo en un símbolo de amor y cuidado. "Los productos que usamos de niños se nos quedan", explica Agustín Reyes, heredero de la tradición. "Cuando una persona crece con Royal Violets, es casi natural que lo pase a la siguiente generación".
La imagen de un frasco de esta esencia en el tocador de una casa cubana es un recuerdo imborrable. Su historia, sin embargo, comienza mucho antes, con un hombre cuya determinación y pasión lo llevaron a crear un legado imborrable.
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La historia de un huérfano que conquistó el mundo de la perfumería
El viaje de Royal Violet se remonta a la vida de su creador, un joven huérfano que, con solo 11 años, llegó a La Habana sin educación ni recursos. "Mi abuelo perdió a sus padres muy joven. Sin embargo, con la ayuda de un farmacéutico, aprendió a leer y escribir", cuenta Agustín Reyes. Con esfuerzo y determinación, aquel niño creció y descubrió su verdadera vocación en la perfumería, lo que lo llevó hasta Francia para perfeccionar su arte.
De ese viaje nació una de las fragancias más emblemáticas de la cultura cubana. Royal Violets se convirtió en un símbolo de calidad y sofisticación, destacando por su suavidad y versatilidad. En poco tiempo, su popularidad lo catapultó al éxito, eclipsando a marcas internacionales de renombre.
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Un legado que sobrevivió al exilio
Pero la historia de Royal Violets no estuvo exenta de desafíos. La revolución en Cuba cambió el destino de la familia Reyes, obligándolos a dejar atrás su negocio y su país. Sin embargo, en el bolsillo de su padre viajaba un tesoro invaluable: la fórmula original del perfume, escrita a mano por su madre. "Mi abuelo llevaba consigo la versión original, mientras que mi padre tenía una copia manuscrita", recuerda Agustín Reyes.
Con esa fórmula como única herencia tangible, la familia reconstruyó su legado en Estados Unidos. Lo que comenzó en un pequeño garaje de Hialeah, con esfuerzo y dedicación, se convirtió en una fábrica establecida en 1989. Desde entonces, Royal Violets no solo ha mantenido vivo su vínculo con la comunidad cubana en el exilio, sino que ha expandido su presencia a otros mercados latinos y a grandes cadenas como Walmart, donde se encuentra en más de 800 tiendas a nivel nacional.
Más que un perfume, un símbolo cultural
Para quienes trabajan en la fábrica, Royal Violets es más que un empleo: es un lazo con su identidad. "Me gusta todo lo que hago aquí. Las violetas son parte de nuestra esencia", expresa Raquel Garrido, una de las trabajadoras con más años en la empresa. Su testimonio resuena con el sentir de quienes han hecho de esta fragancia un elemento inseparable de su historia personal y familiar.
Después de cien años, Royal Violets sigue siendo un puente entre generaciones. Para Agustín Reyes, la historia de este perfume es la historia de su familia y de miles de cubanos que han llevado consigo su esencia a donde quiera que han ido. "Ha sido un viaje increíble", dice con orgullo. Y cuando se le pregunta sobre el futuro, su respuesta es clara: "Que sean 500 años más".
Royal Violets no es solo un perfume. Es un legado, un recuerdo imborrable, un testimonio de perseverancia y amor que sigue perfumando la memoria de quienes lo han convertido en parte de su vida.