La comunidad de La Pimienta, en Chiapas, sigue esperando respuestas luego del fallecimiento de dos bebés y la hospitalización de tres decenas tras ser vacunados contra la hepatitis B.
El comisariado de La Pimienta dice que “en este ejido, y en otras comunidades circunvecinas de otros municipios, ya no hay seguridad de llevar a los niños a una unidad de salud”.
El poblado, que alguna vez brilló gracias a la producción de ámbar, hoy es un cerro árido con servicios médicos limitados a sólo una unidad sanitaria a la que ahora la comunidad evita acercarse.
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“Debe de haber algo que les afectó a los bebés, porque no pueden morir sin nada”, dice Gustavo Hernández, habitante de La Pimienta.
Por su parte, las autoridades argumentaron que los menores murieron a causa de una bacteria extraña y no de la vacuna que les aplicaron. Además indicaron que están investigando el caso aunque aún no hay repuestas claras para los deudos.
Pero eso no transmite confianza a los pobladores como Elena Pérez, quien en su dialecto tzotzil contó que las vacunas se han convertido en un veneno para quienes han sobrevivido por años sin medicinas o doctores. “Así como nuestros abuelos y nuestros padres, comemos lenteja, tortilla, maíz, frijol, agua con chile, verduras. Pero ahora el gobierno inventó esas vacunas. Y las vacunas son como veneno para la gente y los niños”, dijo Pérez
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Y la prueba, dicen, son los 20 infantes que supuestamente ya fueron dados de alta del hospital, y que las autoridades dicen que sobrevivieron, pero que no han sido vistos por nadie. Las puertas de sus casas permanecen cerradas y mientras las dudas de sus vecinos quedan abiertas.