Ir a Juegos Olímpicos y ganar una medalla, no sólo queda en la satisfacción de haber alcanzado la gloria deportiva. En la mayoría de los casos, se traduce también en patrocinios y contratos económicos que permiten financiar una carrera o abren las puertas de otras alternativas profesionales.
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Para Paula Pareto, primera mujer argentina en ganar una medalla de oro, representará un premio que no imaginó y que se hará oficial en unos días: $ 70,000 dólares, según publica el diario La Nación.
Ami Kondo, la judoca japonesa derrotada por Pareto, no se irá con las manos vacías. Además de la medalla de plata, recibirá $ 19,200 dólares, menos de la mitad de lo que habría ocurrido si hubiese ganado el oro: $ 48,000, pero el doble de lo que en Japón significa obtener un bronce, $ 9,600.
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Los premios económicos no son una novedad y varían de país a país, según sus propios comités olímpicos e insituciones deportivas. En Estados Unidos, por ejemplo, la máxima potencia en el medallero mundial, cada oro recibe un bono de $ 25,000; la plata, de $ 15,000 y, el bronce, $ 10,000.
Según la publicación, en Londres 2012, la colombiana Mariana Pajón, oro en BMX femenino, ganó poco más de $ 33,000 dólares, pero en esta edición olímpica el premio aumentará a $ 55,000 para quien suba a lo más alto de podio.
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En México, la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte informó que otorgará un premio de tres millones de pesos (unos $ 160,000 dólares) para la medalla dorada, dos millones para la de plata y un millón para la de bronce.
Frente a esa danza de miles de dólares para premiar los años de compromiso deportivo de un atleta olímpico, contrasta la política de Suecia, donde no hay un valor monetario por una medalla. Sus deportivas campeones reciben una mascota de peluche emblema de la edición de los Juegos en que partiparon.
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Algo similar ocurre en Gran Bretaña, que aunque no entrega ningún bono de Estado, sí beneficia a sus deportistas con fondos de los patrocinadores en función del objetivo alcanzado.
