BRIGHTON, Colorado - El mes pasado, activistas republicanos se reunieron en el comedor de una escuela para escuchar los discursos políticos de los candidatos y coincidieron en el principal problema de los suburbios de Denver en estos días: La inmigración.
La zona se ha visto alterada por el arribo de migrantes, en su mayoría venezolanos, que llegan al norte a través de México, dijeron. Prácticamente todos los asistentes a la reunión se mostraron incómodos con la nueva población, que ha desbordado los servicios públicos y se ha convertido en un tema candente en las elecciones locales y nacionales.
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>“Hemos vivido aquí toda nuestra vida, y ahora tenemos que pagar hoteles y tarjetas de débito y atención sanitaria” para los migrantes, a través del gasto público, dijo Toni Starner, consultora de marketing. “Mi hija tiene 22 años y ni siquiera puede permitirse comprar una casa”.
A unas 1,200 millas al sur, los migrantes también están transformando la próspera ciudad industrial de Monterrey, México. Los migrantes haitianos hablan criollo en las calles del centro y los centroamericanos piden ayuda a los automovilistas en los cruces de las calles.
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>Pero, conforme México se prepara para su votación presidencial del 2 de junio. los recién llegados ni siquiera forman parte de la conversación política del país.
“Evidentemente no es un problema, porque la mayoría está de pasada o porque no se le están quitando oportunidades a los mexicanos”, dijo Ingrid Morales, una académica jubilada de 66 años que vive en el sur de Monterrey. “Si fuese un problema, ya los políticos estarían mencionando el asunto en sus campañas”.
Cada 12 años, la coincidencia de las elecciones presidenciales en Estados Unidos y México proporciona una valiosa instantánea comparativa. Las diferentes formas en que la migración está resonando en las elecciones de los dos países este año refleja los estilos muy diferentes de democracia de los vecinos.
La política mexicana sigue dominada por los partidos políticos institucionales, mientras que Donald Trump perturbó el sistema bipartidista de Estados Unidos con su enfoque más populista y llevó el sentimiento antiinmigración al centro de la escena política estadounidense.
Según Andrew Selee, presidente del Migration Policy Institute, la política mexicana también gira más en torno a cuestiones relacionadas con las necesidades cotidianas —como la economía— que en Estados Unidos, más rico y cada vez más absorbido por cuestiones de identidad nacional.
Es más, casi todas las familias mexicanas tienen experiencia directa de migración, y muchas aún tienen parientes viviendo en otros países. Aunque los migrantes deben atravesar México para entrar en Estados Unidos, están más dispersos por el camino y no han creado escenas similares de desbordamiento en el lado mexicano de la frontera.
“En México no existe esa misma percepción de caos”, dijo Selee.
Trump está haciendo de esa percepción de caos el tema principal de su campaña en su intento por regresar a la Casa Blanca.
AP VoteCast, un sondeo del electorado nacional, halló que la inmigración era un tema prioritario entre los votantes de los estados en donde arrancaron las primarias presidenciales republicanas. Una encuesta de AP-NORC realizada el mes pasado reveló que el 58% de los estadounidenses afirma que la inmigración es una cuestión extremadamente o muy importante para ellos en lo personal.
Por el contrario, Claudia Sheinbaum —la candidata que encabeza las encuestas sobre las elecciones presidenciales en México— ni siquiera incluyó una mención a la inmigración cuando anunció 100 compromisos de campaña el mes pasado.
En febrero, cuando visitó Nuevo León —estado donde se encuentra Monterrey—, Sheinbaum habló de seguridad y abastecimiento de agua. Su principal oponente, Xochitl Gálvez, visitó la ciudad el mes pasado y habló de sus propuestas para aumentar los salarios de la policía y combatir la violencia de género.
Pero Monterrey, a tres horas en carretera de la frontera con Texas, se ha convertido cada vez más en un punto de paso crítico, incluso de destino, para decenas de miles de migrantes. Las autoridades locales y las organizaciones internacionales se han afanado por encontrar un lugar para los recién llegados.
Femsa, propietaria de la omnipresente cadena de tiendas de conveniencia Oxxo, ha contratado a cientos de migrantes para trabajar en sus tiendas a través de un programa con la agencia de la ONU para los refugiados.
Una encuesta anual realizada en Nuevo León reveló el año pasado que casi nueve de cada 10 residentes percibían un aumento de los migrantes y alrededor de siete de cada 10 consideraban que se les debería dar trabajo. No es que los mexicanos no estén enfrentados. Las personas encuestadas en Nuevo León estaban divididas sobre si México debería admitir a más migrantes o detener el flujo.
La falta de un retorno político clara podría explicar por qué los políticos han evitado hablar de inmigración, dijo Luis Mendoza Ovando, analista político y columnista del principal periódico local, El Norte.
“Porque en el fondo la sociedad dice: sí, hay más migrantes. Que les den trabajo y todo está bien”, afirmó.
Ricardo Cobián, de 30 años y que administra un salón de belleza en el centro de Monterrey, cree que el próximo gobierno tendrá que ocuparse de la inmigración, si bien considera que no es una prioridad para el país.
“Los temas principales de los candidatos deben ser resolver la inseguridad y garantizar la estabilidad económica”, dijo Cobián, añadiendo que simpatiza con los migrantes porque conoce las recientes luchas de sus propios familiares para llegar a Estados Unidos.
Colorado se convirtió en una parada en el camino de los migrantes incluso más recientemente que Monterrey. A finales de 2022, los venezolanos que cruzaban a Texas desde México descubrieron que costaba menos tomar un autobús desde la ciudad fronteriza de El Paso a Denver que muchas de las metrópolis más conocidas de Estados Unidos. Y Denver —una ciudad liberal y de rápido crecimiento— ofrecía a los migrantes comida y refugio.
Ahora, el alcalde de Denver, Mike Johnston, indica de que su ciudad de 710,000 habitantes ha recibido casi 40,000 migrantes, en lo que califica como el mayor número de nuevos migrantes per cápita de cualquier ciudad de Estados Unidos.
La población, mayoritariamente venezolana, está confinada en Denver, pero ha empezado a llegar a los suburbios de los alrededores, como Brighton, y a menudo vende flores o limpia cristales en las esquinas.
A diferencia de Monterrey, donde muchos migrantes encontraron trabajo con empleadores establecidos, en Denver las complicaciones con el papeleo y las normas federales han impedido que la mayoría de los migrantes reciba autorización para laborar. El trabajo irregular, como jardinería o la limpieza de casas, es su única forma de ganarse la vida.
Esto ha supuesto una pesada carga para las arcas de Denver, y otras ciudades de Colorado han observado alarmadas. Las dos más grandes después de Denver, Aurora y Colorado Springs, aprobaron resoluciones en que manifiestan que no quieren que un gran número de migrantes sean enviados a sus ciudades.
Los migrantes en Denver dicen sentir una mayor presión debido a la reducción de las ayudas municipales y al aumento de las advertencias de la policía local de que no pueden vender parabrisas, flores o comida casera en las esquinas sin permiso.
Los recelos hacia ellos se extienden a los suburbios de mayoría hispana al norte de Denver que comprenden el 8vo distrito congresual del estado, que probablemente será una de las luchas más acaloradas en la batalla de este año por el control de la Cámara de Representantes.
El congresista estatal Gabe Evans, uno de los republicanos que compiten por la nominación del partido contra la legisladora demócrata Yadira Caraveo, dijo que los residentes del distrito están hartos.
El abuelo de Evans emigró de México y obtuvo la ciudadanía estadounidense al servir en la Segunda Guerra Mundial.
“La ciudadanía para la familia Chávez se pagó con sangre”, comentó Evans. “Y por otro lado tienes a gente que cruza la frontera y simplemente le dan cosas”.
Cynthia Moreno, demócrata, dijo que su padre ingresó legalmente de México en la década de 1920. Aunque simpatiza personalmente con la difícil situación de los migrantes, le escandaliza que se les permita quedarse.
“Si viviera en Denver, ahora mismo estaría enojada”, dijo Moreno, que calificó la inmigración como “la principal prioridad de la nación”.
No todos en la zona dicen estar abrumados.
Alex Marvin vive en el 8vo distrito congresual del estado, pero trabaja como empleado de la municipalidad de Denver y ve cómo los autobuses dejan a los recién llegados frente al edificio de su oficina. Cree que el gobierno federal debe compensar a la ciudad por la afluencia, pero está orgulloso de que la ciudad reciba a los recién llegados.
“Tenemos que apoyar a la gente y ayudarla todo lo que podamos”, afirmó Marvin, demócrata de 35 años.
La representante demócrata Caraveo nació en Colorado, pero sus padres eran migrantes mexicanos que vivían sin autorización legal en Estados Unidos y obtuvieron un estatus legal gracias a la ley de inmigración de 1986 firmada por el entonces presidente Ronald Reagan.
Caraveo fue pediatra y legisladora estatal antes de buscar un lugar en el Congreso en 2022 y ganar por sólo 1.600 votos.
Ese proyecto de ley de inmigración de 1986 fue el último importante aprobado por el Congreso, que lleva décadas en punto muerto sobre si legalizar o no a más generaciones de personas que viven en el país sin autorización. En una señal de cómo ha cambiado la política de inmigración, esa cuestión ni siquiera se planteó en el proyecto de ley de inmigración bipartidista que Trump eliminó a principios de este año. En su lugar, la propuesta se centró en la aplicación de la ley en la frontera.
La ley nunca llegó a aprobarse en la Cámara de Representantes, controlada por los republicanos. Pero Caraveo, que presentó su propio paquete de medidas sobre inmigración el mes pasado —que incluía una propuesta para legalizar a las personas que llegaron al país de manera irregular cuando eran niños—, dijo que habría apoyado el proyecto de ley bipartidista de inmigración de todos modos.
“El proceso está roto. Y su fracaso está delante de nuestros ojos”, afirmó.