La primera jornada de ayuno del mes sagrado del islam, el Ramadán, comenzó este jueves mientras cientos de millones de musulmanes en todo el mundo inician un periodo de devoción de cuatro semanas.
La práctica coincide con un momento en el que muchos países y gobiernos de Oriente Medio están dando tímidos pasos para calmar los conflictos y crisis persistentes, agudizadas este año por la costosa guerra en Ucrania y un devastador sismo que mató a más de 52,000 personas en Turquía y Siria.
QUÉ ES Y POR QUÉ SE CELEBRA RAMADÁN
Durante las próximas cuatro semanas, millones de musulmanes se abstendrán de ingerir alimentos o agua desde la salida a la puesta del sol, cuando se reunirán con familiares y amigos para disfrutar de abundantes comidas nocturnas. Según el islam, el ayuno acerca a los fieles a Dios y les recuerda el sufrimiento de los pobres.
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El ayuno es obligatorio para todos los musulmanes sanos, con exenciones para los enfermos, las embarazadas o madres lactantes y los niños pequeños.
Comer o beber en público de día suele estar mal visto en los países musulmanes. Tampoco está permitido fumar ni mantener relaciones sexuales durante el día.
El Islam sigue un calendario lunar, por lo que el Ramadán comienza aproximadamente una semana y media antes cada año. El final se celebra con el Eid al-Fitr, una fiesta en la que los niños reciben regalos y ropa nueva.
LA CARIDAD, UNO DE LOS PILARES DEL ISLAM
En la capital de Sudán, Jartum, las familias preparan y venden delicias culinarias con semanas de antelación para celebrar el final del ayuno cada noche, una comida conocida como iftar.
El menú elegido para esos festines en los hogares de la nación islámica africana incluye assida, un plato a base de harina de sémola, y una bebida azucarada fermentada llamada “hulu-murr” (“amargo-dulce”), dos recetas que se remontan varias generaciones.
“Quienes no se lo pueden permitir no tienen que pagar”, dijo Fatima Mohammed Hamid, que vende esos alimentos en su pequeña vivienda en la isla de Tuti, justo al norte de Jartum.
Durante el Ramadán, las mezquitas y las asociaciones benéficas suelen ofrecer comida a los pobres en largas mesas que se montan en la calle.
En Sudán, la festividad coincide con la promesa de una nueva era política. El país lleva sumido en el caos político desde el golpe de Estado que destituyó al gobierno de entendimiento, respaldado por Occidente, en octubre de 2021.
El nuevo gobierno de transición podría formarse antes de que finalice el mes sagrado, como prometieron los militares que dirigen el país y otras fuerzas políticas a principios de semana. Pero muchas facciones destacadas rechazan esta medida. En medio de la incertidumbre, algo que si comparten muchos son las quejas por el aumento del costo de la vida.
“Todos (los ingredientes) cuestan el doble que el año pasado”, afirmó Hamid.
Los dirigentes israelíes y palestinos se comprometieron esta semana a rebajar las tensiones con motivo del inicio del Ramadán, tras meses de una violencia letal en Cisjordania y en Jerusalén Este. Este año, el ayuno coincide con la Pascua judía, lo que hace temer nuevos enfrentamientos ante el esperado incremento de fieles musulmanes y judíos en la Ciudad Vieja de Jerusalén.
DIFICULTADES ECONÓMICAS PARA CELEBRAR RAMADÁN
Desde Gaza a Jartum y de Túnez a Saná, el alza de los precios es una preocupación más para quienes celebran este mes. Los países árabes siguen sufriendo las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania, ya que muchos dependen de la importación de granos desde Europa del Este.
En el antes bullicioso mercado de Bab al-Fellah, en Túnez, la subida de los precios ha hecho que los compradores no puedan derrochar en comida como en años anteriores.
“Ya casi gasté los 40 dinares (unos $13) que me dio mi esposo y apenas he comprado verduras, pollo y algunas especias”, señaló una mujer que se identificó como Fatima B.
En Pakistán, los compradores enfrentaban problemas similares con una inflación que ronda el 40%. Para aliviar su situación, muchos dicen que considerarían romper el ayuno diurno si se repartiese comida gratis.
En Saná, la capital de Yemen, el ambiente es aún más sombrío ya que los residentes pasan apuros para adquirir incluso los productos básicos. La ruinosa guerra civil que asola el país, que se adentra en su noveno año, ha causado más de 150,000 fallecidos y dejó a millones al borde de la hambruna.
“No puedo ofrecerles sustento diario a los niños”, manifestó Saleh al-Omrani, un desempleado que residen en la ciudad. “En los buenos tiempos teníamos el Ramadán, pero ahora ya no hay”.
Diplomáticos y líderes se habían mostrado esperanzados con los esfuerzos de paz en vísperas del Ramadán, ante los indicios de acercamiento entre las dos potencias rivales de la región, Irán y Arabia Saudí. Teherán y Riad están en bandos opuestos en la guerra yemení y, a pesar de los indicios de cordialidad mutua, los combates esporádicos continúan en el país. Los enfrentamientos dejaron al menos 16 muertos a inicios de semana.
RAMADÁN EN TURQUÍA TRAS EL PODEROSO TERREMOTO
En el sur de Turquía y en el noroeste de Siria, la destrucción causada por el potente sismo de febrero es quizás el reto más difícil de todos.
En la ciudad turca de Kahramanmaras, próxima al epicentro, los fieles realizaron la primera oración del Ramadán bajo una tienda de campaña con capacidad para 1,000 personas instalada en el recinto de la famosa mezquita Abdulhamid Han. El templo, el cuarto más grande del país, sufrió daños leves a causa del movimiento telúrico y quedó cerrado al culto, de acuerdo con medios locales.
El terremoto destruyó o dañó alrededor de 1,400 mezquitas, según las autoridades turcas, por lo que miles de personas tienen que rezar en tiendas improvisadas. Se han instalado más de 100 sistemas de sonido para recitar la llamada al rezo.
En Idlib, la provincia noroccidental siria que es además el último enclave rebelde, muy pocas familias siguen teniendo la energía o los recursos para preparar el Ramadán este año.
Abdul Qahar Zakou, propietario de un café en la región, dijo que decorará su local a pesar de la miseria y hará lo posible por crear una atmósfera festiva.
“A pesar de todas las adversidades, el Ramádán siempre tendrá su propio ambiente, con un simbolismo y una espiritualidad que hacen la vida más fácil”, agregó.
Los periodistas de The Associated Press Ghaith Alsayed en Idlib, Siria; Bouazza ben Bouazza en Túnez, Túnez; Andrew Wilks en Estambul y Suzan Fraser en Ankara, Turquía; Ahmed al-Haj en Saná, Yemen, y Munir Ahmed en Islamabad, Pakistán, contribuyeron a este despacho.