Gruperos ante la violencia

MEXICO.- A fines de 2006 la escena de la música grupera en México se vio sacudida por el asesinato del cantante Valentín Elizalde tras una de sus presentaciones. La camioneta en la que se trasladaba fue acribillada con disparos y el cantante recibió el tiro de gracia. Las autoridades señalaron que el ataque fue una muestra de poder de un grupo de sicarios. El fallecimiento del llamado Gallo de Oro sería la primera de varias muertes de personajes del ámbito musical atribuidas al narcotráfico, que, según Edmundo Pérez, autor del libro "Que me entierren con narcocorridos", ha orillado a gestar un nuevo modelo de cantante grupero que es menos ostentoso ante el ambiente de violencia al que se ve sometido. "Hay un cambio en el aspecto de actitudes. Antiguamente un grupero se transportaba en un camión, con un rótulo grandote. Ahora se van en camionetas, cada uno por su lado y se reúnen en el lugar del concierto", dijo Pérez.

"Los gruperos decían: `voy a sacar el reportaje de mi casa, vean mis albercas'. Eso se ha modificado porque con ello son víctimas del secuestro", explicó el autor. En su texto, publicado por Grijalbo, Pérez hace un recuento pionero de los cantantes gruperos que han tenido muertes violentas. El escritor incluye 50 casos de músicos cuyos asesinos los dejaron con "el sello del narcotráfico: secuestros, tortura y ajusticiamientos con el tiro de gracia". Sin embargo, sólo cinco o seis de esos casos han sido vinculados oficialmente con el crimen organizado. "Creo que la mayoría de los gruperos sí tienen una relación cercana con el crimen", dijo Pérez, aunque aclaró que es muy diferente que tengan una amistad cercana a "que trabajen (en actividades delictivas) para ellos".

"Cuando se ejecuta a alguien es porque hubo una traición" o porque se meten con la esposa de alguno de los capos, agregó. Heredero de la tradición folclórica de los corridos mexicanos, que cuentan historias sobre héroes revolucionarios, el narcocorrido enaltece a los traficantes de drogas. Según Pérez, un compositor puede ganar entre 5,000 y 10,000 dólares por escribir un tema que favorezca a algún capo o cártel. Pérez, quien ha escrito para diversas publicaciones de espectáculos, aseguró que el libro no es "acusatorio" y que no profundizó en los casos por el temor a represalias. "No acuso a nadie. No voy más allá porque, uno, no se puede, no hay formas de entrar a archivos (judiciales). Dos, con la violencia que existe ahora no me meto a más porque no quiero arriesgarme", explicó Pérez, quien a lo largo de dos años desarrolló una investigación documental y con algunos testimonios de familiares de víctimas. La mayoría de los casos documentados en "Que me entierren..." han ocurrido durante el sexenio del presidente Felipe Calderón, el cual se caracterizó por una ofensiva directa contra los cárteles de la droga. Según Pérez, la estrategia de ataque al narco sólo arrojó luz sobre una antigua relación entre los gruperos y los capos, que comenzó a gestarse a fines de la década de 1970, cuando surgieron las bandas regionales en estados del norte de México, la zona del país de donde son originarios muchos narcotraficantes. "Cuando son más famosos es cuando el capo lo empieza a invitar a fiestas y el grupero no se puede echar para atrás porque es una forma de gratitud, por las buenas. Por las malas, saben que tienen que ir", apuntó el también autor de "Celebridades del suicidio". En su libro Pérez documentó el caso de Ramón Ayala, quien fue detenido en diciembre de 2009 en una fiesta realizada por el cártel de los hermanos Beltrán Leyva. El llamado Rey del Acordeón permaneció bajo arraigo varios días pero fue liberado por cuestiones de salud. Casi un año después, en septiembre de 2010 el capo Edgar Valdez Villarreal, "La Barbie", aseguró en un interrogatorio grabado en video ser amigo de varios cantantes de música grupera, incluido Ayala, aunque Valdez Villareal los deslindó de formar parte del narcotráfico. Los grupos delictivos se han infiltrado en ámbitos tan distintos como los deportes y los certámenes de belleza en México, pero el escritor aseguró que es más notorio en la música norteña, porque "al narcotraficante no le gusta mucho el pop, sus fiestas son de rancho (hacienda), de pueblo, contratan a bandas regionales. En estas fiestas no vas a contratar a la banda de pop". Desde el 2002, gobiernos locales en México han implementado medidas contra los narcocorridos como la censura en estaciones de radio y su prohibición en conciertos. Según Pérez estas medidas son un intento para disipar el auge de la "narco cultura". "Como el gobierno se ha visto impotente de frenar tanta violencia y tanta narco cultura, que se ha disparado tan fuerte en este sexenio, creo que esa es una de las fórmulas que el gobierno quiso meter para tratar de detener esa cultura", explicó el autor. Para Pérez el narcocorrido está muy lejos de desaparecer, pues la violencia lo ha popularizado. Ni la llegada de un nuevo gobierno o una nueva estrategia contra el narco podría impedir su proliferación. "No sabemos cómo va a enfrentarse el nuevo gobierno a la violencia, pero de que las bandas van a seguir tocando, eso seguirá", afirmó.

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