Sochi, los juegos de la zozobra

SOCHI - Estos son unos Juegos Olímpicos realmente atípicos, en los que el miedo al terrorismo, la polémica por una ley "anti gay", matanzas de perros callejeros y un rosario de reportes sobre hoteles incompletos para la prensa han relegado a un segundo plano la ambición de Rusia de proyectarse como una nación moderna.

Más que hablar de favoritos para ganar medallas y admirar las instalaciones que han convertido los Juegos de Invierno de Sochi en los más caros de la historia, muchos se preguntan si realmente ha sido prudente haber viajado a este ciudad rusa en la costa del mar Negro. ¿Para qué tanta zozobra?

Desde que uno se baja del avión, se puede apreciar lo que busca el anfitrión: exhibir el cuantioso gasto de dinero para transformar esta ciudad, la única en Rusia con clima y vegetación subtropical.

Aquí es donde el presidente Vladimir Putin quiere decirle al mundo, comenzando con la ceremonia de apertura el viernes, que Rusia es un actor de primer orden.

Pero esa grandiosa visión se ha visto abrumada por señales de mal agüero.

No hay amenaza que asuste más que el terrorismo, con menciones de la presencia en la ciudad de las llamadas "viudas negras", las mujeres que buscan cobrar venganza por esposos y familiares muertos en la ofensiva de Rusia contra la insurgencia musulmana en regiones próximas.

No muy lejos de Sochi se encuentra Dagestán, el lugar de nacimiento de los dos hermanos señalados como los perpetradores de los ataques con bombas en el maratón de Boston. También está Chechenia, teatro de dos guerras en las últimas dos décadas. Y Volgogrado, la ciudad donde dos atacantes suicidas se cobraron 34 vidas al estallar explosivos en tranvías.

Se ha traído a colación el recuerdo de hace una década, cuando la insurgencia ocultó una bomba en un estadio cuando se llevaba a cabo su construcción. Al llegar el día de la inauguración, la bomba estalló justamente en el acto de apertura, matando al presidente respaldado por el Kremlin y el padre del actual gobernante.

Pareciera que todos los días surge una preocupación adicional. El miércoles, el Departamento de Seguridad Interna de Estados Unidos le advirtió a las aerolíneas que vuelan a Rusia que deben estar pendientes a la colocación de explosivos escondidos en los tubos de pasta de dientes.

Putin y otros funcionarios rusos han tratado de apaciguar la amenaza.

"Creo que las advertencias sobre Sochi y sobre Rusia son superfluas y que el grado de amenaza en Sochi son los mismos que uno va a encontrar en Nueva York, Londres, Washington o Boston", dijo el vice primer ministro ruso, Dmitry Kozak.

En el terreno, decenas de miles de soldados y policías han sido movilizados para salvaguardar las sedes, y hasta se puede ver una batería de misiles antiaéreos en la pista donde se efectuarán las carreras de esquí de fondo.

Los rusos buscan por todos los medios que la atención gire en torno a los patinadores y esquiadores -casi 3.000 deportistas- que competirán en las arenas de hielo en la costa de Sochi y en las laderas de la estación invernal de Krasnaya Polyana.

Doce disciplinas conforman el programa de competencias, con 98 títulos por dirimir.

Todo es nuevo en Sochi: las carreteras, los trenes, el aeropuerto internacional, los parques y los hoteles. Pero muchos de los periodistas -los responsables de mostrarle al resto del mundo lo que se estima ha costado 51.000 millones de dólares- se han encontrado con habitaciones en las que el agua que sale de los grifos tienen un color amarillento, los ascensores no funcionan y hasta se encuentran con perros durmiendo a la par de las camas.

Pero lo que han hecho con los estadios es para maravillarse. Tienen seis nuevos estadios, todos a corta distancia en el Parque Olímpico situado en la costa.

Está el Estadio Olímpico Fisht, una obra de policarbonato transparente en la que se realizarán las ceremonias de inauguración y clausura, y en el que en 2018 se disputarán partidos de la Copa Mundial de fútbol. Y no hay que perderse del Bolshoi Ice Dome, la sede del hockey, cuyo diseño se inspiró en los famosos huevos de Fabergé.

Jean-Claude Killy, un laureado esquiador francés que ha sido el número uno de la comisión del Comité Olímpico Internacional a cargo de la supervisión de los juegos, dijo que Sochi ha tenido una transformación "asombrosa" desde que hace siete años obtuvo la sede.

"Todo lo que se prometió en 2007 se ha cumplido y de manera espectacular", dijo Killy. "Es una nueva ciudad que se mostrar ante el mundo, una ciudad que reflejará la nueva Rusia".

Al presentar su último informe al COI, el jefe del comité organizador local reiteró que Rusia garantiza unos "juegos seguros".

"Gracias por su valentía y coraje ese día", dijo Dmitry Chernyshenko, aludiendo al voto realizado en Guatemala hace siete años. "No vamos a quedarles mal".

Y Putin estuvo presente para dar comienzo a dos semanas en los que Rusia quiere exhibir su eficiencia.

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