Chespirito, un mosaico de recuerdos

El revuelo en redes sociales que causó la muerte de Roberto Gómez Bolaños, creador de personajes como El Chavo y El Chapulín Colorado, no estuvo exento de descalificaciones por sus simpatías políticas. También hubo críticas de quienes en un tono intelectualizado le atribuyen una influencia selectiva, ya que con base en los comentarios que compatieron sólo afectó a la sociedad mexicana, mientras que al parecer en otras naciones de América Latina simplemente se dedicó a hacer reír.
Pese a ello, lo que sí es un hecho es que el legado del comediante y guionista mexicano, quien murió el viernes a los 85 años en Cancún, México, trasciende varias generaciones de latinoamericanos, para quienes los programas de Chespirito tocaron en algún momento parte de su infancia.
Una muestra de ello queda reflejada en este mosaico de recuerdos y experiencias.
“Este comentario no es un distractor ni tiene que ver con el hombre que fue Roberto Gómez Bolaños y sus posturas políticas conservadoras, PERO Chespirito fue el compañero de mi infancia. Las primeras risas con personajes tan honestos y llenos de profundidad vital como El Chavo, la Chimoltrufia, Kiko, Doña Florinda, el profesor Jirafales. Fue sentirme mexicano la primera vez que salí del país y que me preguntaron por él. Es uno de los símbolos más poderosos y duraderos del soft power de México. Al final, en este México del 2014, la eterna pregunta queda para el país ¿y ahora quién podrá defendernos?”. *Genaro Lozano. Columnista e internacionalista.
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“Hijas de padres politizados, radicales, anti status quo en aquellos años de El Salvador, mi hermana Gilda Melgar y yo crecimos sin televisión. Sólo teníamos permiso de ir con mis abuelos, que vivían enfrente, para ver al Chavo del Ocho. Y la felicidad era con nosotros, en una intimidad de paraíso. Teníamos entonces un deseo secreto: que alguna vez apareciera la mamá del niño solo de la vecindad”.
*Ivonne Melgar. Periodista y columnista del Excélsior.
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“Había un capítulo... pasó en la tele cuando yo tenía unos 10 años; El Chavito se quedaba solo en la vecindad porque todos se habían ido de viaje a Acapulco y lo habían dejado solo porque no había dinero para llevarlo. El corazón se rompía de verlo ahí en su barril, sin sus amigos y con su torta de jamón. Me acuerdo que mi hermano y yo lloramos... Poco después mi mamá llamó a una de mis tías y le contó que habíamos llorado con el capítulo de El Chavo y mi tía respondió que mis primos habían reaccionado igual... Al crecer, me enteré que muchos otros de mi edad tenían en la memoria el episodio y las lágrimas.
“Supongo que sería difícil explicar a las nuevas generaciones por qué uno se conmovía así con un capítulo de tele, pero sirva decir que eran tiempos sin internet y sin caricaturas a todas horas y que Chespirito se convirtió por ello en parte de las familias mexicanas...”. *Taydé del Río. Periodista, con 26 años de experiencia, 10 de ellos dedicados el medio del espectáculo.
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“Yo, como muchos mexicanos, era una dura crítica de Chespirito. (Confieso: la dichosa torta de jamón me sacaba de los nervios. Aunque El Chapulín Colorado siempre me hizo gracia).
“Pero un día, en la universidad, un queridísimo amigo salvadoreño, Enrique López, me hizo plantearme una duda que me persigue al día de hoy. Me gustaría que participara, como muchos compañeros latinoamericanos, en ese debate. Creo que, por una vez, estaría bien dejar cierto esnobismo mexicano y leer qué hay más allá. Esto del 'pueblo bueno enajenizado' es tan insultante que mejor lo dejo para otro tipo de mitines/foros, honestamente”. *Verónica Calderón, periodista mexicana.
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