Tito Vilanova: un sueño truncado

BARCELONA, España— Hace un año, cuando contrató a Tito Vilanova como entrenador, el Barcelona le apostó a la continuidad. Optó por alguien formado en la propia casa al lado de Pep Guardiola, el técnico más triunfador en la historia del club, y le encomendó la misión de prolongar una época dorada. Pese a los planes, la transición no ha sido tersa. Una temporada después, Vilanova se marcha. Refrendó el título de liga pero tropezó en la Copa del Rey y en la Liga de Campeones de Europa. De cara a una campaña que podía marcar su consolidación al frente de un plantel todavía más poderoso con la adición de Neymar, el técnico ha debido dar un paso de costado, en medio de sus problemas de salud, la tristeza del Barsa y de sus seguidores, e incluso de fricciones evidentes de él mismo y del club con el propio Guardiola. Y es que los médicos dijeron "basta". Vilanova nació hace 44 años en Bellcaire, pequeña localidad de Girona, y pronto, como tantos otros niños, se inició en la práctica del fútbol. Ambidiestro, con buen toque de balón y excelente visión de juego, no tardó en ser reclutado por el club de sus amores, el Barcelona, e ingresó en la reputada Masia, la academia de fuerzas básicas del equipo, antes de cumplir los 15 años. Vivió una carrera rica en experiencias como jugador en el fútbol español, con pasos por el filial azulgrana, el Figueres, Lleida y Celta de Vigo, entre otros; aunque no llegó a despuntar en el Barsa y debió conformarse con vivir sus mejores éxitos desde el banquillo. Esos éxitos no fueron en absoluto desdeñables: ejerció de ayudante de su ex compañero Guardiola, firmó la mejor época de la historia le club, ganando 14 de los 19 títulos en disputa entre 2008 y 2012. Y la pasada campaña, su primera al timón tras el repentino adiós de Guardiola, conquistó la 22da liga de la historia del club. El estreno no fue ni muchos menos idílico, marcado por la primera recaída del cáncer en la glándula parótida que se le diagnosticó originalmente en noviembre de 2011. Y la aventura se zanjó prematuramente el viernes, cuando el presidente Sandro Rosell, se vio forzado a salir al paso y anunciar la renuncia de Vilanova por culpa de un nuevo revés en su tratamiento, leyendo el irrefutable comunicado médico acorde y fechando la presentación de su relevo para principios de la próxima semana. La noticia fue recibida con desánimo latente entre directivos, técnicos, futbolistas y seguidores "culés" alrededor del mundo; aunque no debería considerarse una sorpresa dados los precedentes. Una vez transmitidas y recibidas las muestras unánimes de apoyo y solidaridad, la cuestión para el club, en lo deportivo, es encontrar pronto un sustituto adecuado. La tarea no se antoja nada sencilla, dado lo avanzado de la pretemporada previa a un año mundialista, con la liga española programada para arrancar el 17 de agosto. Suenan nombres tan diversos como el del recién incorporado Rubí, ex técnico del vecino Girona de la segunda división y teórico tercero por detrás de Jordi Roura, quien-dirigió al equipo con Vilanova mientras este se sometía a tratamiento en Nueva York a inicios de 2013. También se menciona al argentino Marcelo Bielsa, aún sin equipo tras su paso por el Athletic de Bilbao, aunque próximo a Guardiola, quien a su vez rompió recientemente relaciones con la actual directiva del Barsa. Es de suponer que el director deportivo, Andoni Zubizarreta, tenía prevista la posibilidad de una nueva recaída de Vilanova y dispone de varias opciones a considerar; pero el entorno recela de su hoja de ruta, escarmentado de la montaña rusa de emociones vivida el pasado curso, en que el equipo sufrió sobremanera la ausencia de su entrenador en el segundo tramo de la temporada. Tras conseguir 55 de 57 puntos posibles en el arranque liguero, el Barsa se atrancó un tanto en el campeonato, con derrota sonada contra el Real Madrid incluida. Acabó cayendo en semifinales de Copa del Rey también ante el gran rival "merengue", y descarriló definitivamente en la Liga de Campeones, encajando un estrepitoso global de 7-0 contra el Bayern Munich, eventual campeón continental. El sistema a distancia ideado por Vilanova y Roura, en que el primero pretendía dirigir al equipo por vía del segundo gracias a las nuevas tecnologías, evidenció sus limitaciones cuando el plantel decidió recurrir a la autogestión. O como resumieron algunos desde el propio club: se fue el gato y los ratones se comieron el queso. La situación se repite justo ahora, solo tres días después de que Vilanova mostró su faceta más enérgica y combativa, escenificando un ambicioso arranque de curso con dura crítica personal a Guardiola e, incluso, a Thiago Alcántara, emigrado al Bayern que ahora entrena el catalán. No sospechaba entonces que no alcanzaría la semana siguiente como timonel del Barsa. Y probablemente fuera lógico, pues ya se sabe que los deportistas profesionales, sigan o no en activo, tienden a la sobrevaloración de sus capacidades físicas. Del autoengaño patológico se nutre, en gran parte, el ánimo de superación requerido para el logro de las grandes gestas. Y enfrente estaba el estimulante espejo del lateral francés Eric Abidal, aquejado también de un tumor en el hígado y empeñado en su lucha contra la enfermedad, reapareciendo finalmente en las últimas jornadas y ahora viviendo nueva etapa en el Mónaco. Solo fueron los médicos, tras casi dos años de lucha, los que pusieron finalmente freno a la aventura de Vilanova al frente de uno de los clubes más exigentes del planeta. Ni el propio entrenador, ni la dirección deportiva ni familiares ni amigos acertaron a echar el alto en una ajetreada cronología en que se cruzaron caminos a palo de ciego, con la buena voluntad y la esperanza de un final feliz como brújula principal. El balance deportivo fue positivo por la consecución de la liga en el año de su estreno, y a ese razonamiento se agarró la directiva cuando se empezó a plantear la posibilidad de un cambio de técnico para insuflar aire nuevo al vestuario, que exhibió preocupantes síntomas de disensión y distensión en la segunda vuelta. El fantasma de los últimos dos años de Frank Rijkaard, en que se apagó la estrella del brasileño Ronaldinho y tantos otros, sobrevoló el Camp Nou, pero Rosell mantuvo en la silla a Vilanova contra viento y marea, receloso de pasar página a su primera gran apuesta como presidente, al confiar en un técnico de la casa para relevar a Guardiola. En verdad, la directiva fue pillada a contrapié tras la primera recaída en diciembre, pues los informes médicos no hacían prever una baja tan prolongada, e incluso la visita de Vilanova a Nueva York en enero se antojaba menos duradera. Ya cuando empezó a demorarse su regreso y cuando estaba establecida la estrategia del control remoto con Roura, resultó ser demasiado tarde: Vilanova esgrimió que lo mejor para su recuperación era mantenerse involucrado y, una vez asimilado el diagnóstico y parte del remedio, el club valoró el factor humano por encima de todo lo demás. Al término de la temporada, Vilanova reapareció ante la prensa esgrimiendo un nuevo mensaje vitalista que finalmente no se vería refrendado apenas dos meses después. "Me siento con fuerzas. Si la salud me sigue respetando seguiré, seguro", proclamó. Volver atrás es imposible y el Barsa mira ahora hacia adelante con incógnitas por resolver pero con la esperanza de que el nuevo golpe recibido sirva al menos de revulsivo para un plantel reforzado con la llegada del mediático brasileño Neymar "Es un golpe muy duro, pero la vida continúa. El Barsa siempre se ha recuperado de los golpes y esto no va a ser una excepción", aseguró Rosell al confirmar la renuncia del timonel. Poco después, el técnico argentino Jorge D'Alessandro, quien dirigió a Vilanova en su etapa en Figueres, daba ánimos a su ex pupilo, al que definió en su día como "un futbolista muy analítico y profesional, amante de su profesión. Un "crack" con personalidad y categoría". No se equivocó en su análisis D'Alessandro, pues todas esas cualidades le valieron tanto a Vilanova como al Barsa mientras la salud acompañó. Hasta que los médicos dijeron "basta".

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